¿Qué mejor para una soleada mañana de domingo que una ruta por el monte, con una pizca de historia y chapuzón incluido?
Hoy os proponemos una sencilla excursión apta para toda la familia por Jaizkibel, una montaña guipuzcoana a las faldas del mar cantábrico.
Partimos desde la Ermita de Guadalupe, elegante santuario erigido en el siglo XVI a la virgen patrona de Hondarribia (destruida y reconstruida a lo largo de la historia, el actual edificio data del siglo XIX).
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Ermita de Guadalupe |
Aparcamos junto a la ermita y antes de iniciar el paseo nos asomamos al mirador frente a ella para admirar las asombrosas vistas panorámicas a la Bahía de Txingudi.
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Vistas de la Bahía de Txingudi |
Una vez hemos disfrutado del espectáculo y sacado las fotos indispensables, seguimos la carretera a la derecha y girando nuevamente a la derecha nos encontramos con el Fuerte de Nuestra Señora de Guadalupe. Esta imponente fortificación militar inaugurada en 1900 y con capacidad para 650 soldados y 69 piezas de artillería perteneció inicialmente al "Campo Atrincherado de Oiartzun" como defensa contra las invasiones francesas. No obstante pronto quedó obsoleto, con la llegada de la aviación, y su construcción fue interrumpida, pasando a formar parte de la "Posición Barrera de Oiartzun".
Hoy en día el fuerte está sepultado bajo la maleza, casi formando una colina en si mismo, y sus inmediaciones son un agradable merendero, un lugar encantador para hacer un picnic y recuperarse de las múltiples rutas que salen de sus inmediaciones.
Si no has encontrado sitio para estacionar junto a la ermita, junto al Fuerte hallarás un gran parking donde dejar el coche sin problemas. Es también un sitio popular para autocaravanas y noches en furgoneta.
Aquí tenemos dos opciones: dar una vuelta rodeando la fortificación militar y asombrarnos con su tamaños (¡En verdad es asombroso!) o continuar rectos con el merendero a nuestra derecha y el parking a nuestra izquierda y comenzar la ruta. Elijamos la opción que elijamos llegaremos al mismo punto de partida. ¡No tiene pérdida! Un cartel informativo te pone al día de todas las rutas disponibles (y creedme, son unas cuantas).
Nosotros nos dirigimos hacia Artzuko Errota (el Molino de Artzu). Si os fijáis, la Ruta Naranja sigue un recorrido similar al nuestro.
Para ello comenzamos el descenso por el camino asfaltado que nace al final del aparcamiento y lo seguiremos hasta llegar a Artzu, un caserío con la friolera de 800 años a sus espaldas y reconvertido hoy en agroturismo. Giramos a la izquierda por la carretera que bordea la propiedad hasta llegar a una bifurcación, un camino a la izquierda que se adentra en la espesura y la carretera que sigue a la derecha.
Cogemos el camino de la izquierda y disfrutamos de un sombreado paseo cuesta abajo por el bosque. En las bifurcaciones que encontremos (no más de un par) no hay más que seguir los carteles que marcan "Artzuko Errota". Veremos que los otros llevan al "Faro" o a "Pasaia" pero esos los dejaremos para otra ocasión.
Si seguimos las indicaciones y la suave pendiente abajo pronto empezaremos a distinguir el mar en el horizonte, asomándose entre los pinos. Y de pronto, llegaremos a la preciosa Cala del Molino, un lugar mágico para darse un chapuzón si la marea lo permite.
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Cala |
Pero antes de dejarnos seducir por sus aguas cristalinas, tómate un minuto para darle la espalda, girar a la izquierda y seguir el pequeño riachuelo que asciende desde la cala. Una vez más nos adentramos en la espesura y pronto llegaremos a un pequeño pero coqueto bosque de bambú coronado por un enorme cubo de roca.
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Bosque de bambú |
Subimos el caminejo junto a la impresionante roca y nos asomamos a la derecha: nos espera una pequeña cascada junto con los restos del antiguo molino (siglo XVII), ahora solo un puñado de piedras por las que se abre paso el río.
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Artzuko Errota |
Ahora sí, podemos regresar a la cala, maravillarnos con el paisaje, darnos un chapuzón, buscar cangrejos entre las rocas o simplemente sentarnos a tomar el sol si la marea está baja. Eso sí, lleva cuidado, paciencia y calzado adecuado para moverte entre las peñas.
Una vez descansados y refrescados podemos emprender el camino de vuelta sobre nuestros propios pasos. ¡Ha sido una excursión estupenda!
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